miércoles, 28 de marzo de 2007

La verdadera manifestación

La verdadera manifestación tuvo lugar el pasado sábado 24 de marzo (por una vivienda digna, en 52 ciudades).

En primer lugar, porque, a diferencia de todas las otras ("No a la guerra", "Navarra no se vende"), ningún periódico (ni El Mundo ni El País ni ningún otro, que yo sepa) informaban el mismo día de los lugares y horas de celebración.

En segundo lugar, porque al día siguiente sí que informaron, eso sí (no podía ser menos), con la correspondiente fotografía de los disturbios provocados en escaparates y contenedores por los inevitables elementos descontrolados que suelen aparecer en estas manifestaciones. (Quizá los mismos policías o gente en nómina, contratada a tal fin; es lo que imagino que suele suceder en estas ocasiones).

Todo ello demuestra que aquélla era la verdadera manifestación.

Está lloviznando en Salamanca, y hace un poco de frío. Hemos visto la puerta del Archivo Nacional, en la calle ahora denominada del "Expolio", y hemos leído a Lope de Vega a orillas del río Tormes. Unamuno tendrá que esperar a mañana, a causa de este amago de lluvia que ha quedado en nada. Un abrazo a todos aquellos que se lo merezcan, y a todos los compañeros de los que no me he podido despedir: descansad del murmullo adolescente. Yo ahora voy a enfrentarme a ese sordo (es ironía llamarlo sordo) bullicio en el hotel.

domingo, 25 de marzo de 2007

Un mal profesor

"Soy todavía un mal profesor", pienso muchas veces, creo que casi a diario. Mis dos técnicas de actuación y aprendizaje son: ensayo-error y ensayo-horror. En efecto, cada día, cada hora, es siempre nueva y distinta, y desde luego casi nada sale nunca como lo tenías planeado. He tardado casi seis meses en darme cuenta, por ejemplo, de que surte mucho más efecto el silencio que los gritos (yo, acérrimo defensor del silencio durante toda mi vida) para hacer callar a los chavales. "No eres un mal profesor. Sólo eres un profesor novato", me dijo un día mi jefe de Departamento, un hombre con sentido común. Seguramente llevaba razón.

Ser profesor es difícil, en efecto. Puede ser la profesión más terrible y estresante (e indigna) pero también puede ser algo difícilmente comparable con ninguna otra cosa, y todo en el mismo día, casi hasta en la misma hora. Ejemplo de ello es esto que voy a transcribir. Es un ejercicio que realizaron dos alumnas de 2º de ESO (doce años). Consistía en, imitando un pasaje de "La Historia Interminable" (aquél en que Uyulala le exige a Atreyu que le hable en verso, pues de lo contrario no puede entenderle), escribir una pequeña narración en la que alguien exige a otra persona que hable rimando; se propusieron distintas situaciones (una entrevista de trabajo, una conquista amorosa, una academia de poesía...). Lo que ellas hicieron es lo que transcribo a continuación:

"Tocó el timbre y entraron a clase. Sonia y Beatriz se acercaron a Gustavo porque querían preguntarle una duda.
"Oye, Gustavo, ¿cuándo va a ser el examen?", preguntó Sonia.
"Lo siento, pero no entiendo,
si quieres hablarme hazlo en verso.
Este ejercicio será bueno,
para ejercitar tu rima,
o aprobar al menos", contestó Gustavo.
"Venga Gustavo, en serio", dijo Bea.
"¿En serio me dices?,
¿Acaso me ves riendo?,
insisto en que lo intentes,
¡HÁBLAME EN VERSO!".
"Si tanto insistes lo intentaremos,
pero no prometemos nada,
porque poco conseguiremos", contestó Sonia tras pensarlo un poco.
Sonia y Bea comentaron unos minutos en voz baja y al fin Bea dijo:
"Si en verso quieres,
en verso hablaremos,
¿cuándo es el examen,
te molesta que preguntemos?".
"Para nada me molesta,
al contrario, me alegro
de que alguien se preocupe
de lo que importa en serio.
El examen es pronto,
el 28 lo tendremos,
estudiar mucho,
que no quiero suspenderos", contestó él.
"De acuerdo,
así lo haremos,
pero ten una cosa en cuenta,
¡NO VOLVEREMOS A HABLARTE EN VERSO", dijeron las dos a la vez y fueron a sentarse a su sitio."

Quizá, si lo leen, les parezca una chorrada. O tal vez les parezca tan delicioso como me pareció a mí; tanto que no he podido evitar copiarlo aquí y compartirlo con ustedes. Tal vez entonces comprendan mejor esas cosas tan bonitas que digo que puede tener de vez en cuando esta profesión.

viernes, 23 de marzo de 2007

El peor actor del mundo

Hará unos días tuve una agria pelea con mi compañero de piso, que ahora quiero compartir con ustedes (a quienes les pido que medien). En aquella ocasión me permití afirmar con rotundidad que no había discusión posible acerca de la persona que merecía el título o catalogación de peor actor del mundo: Emilio Aragón, era obviamente la respuesta. Jamás podrá hallarse nunca nada parecido. Por fortuna, no vi un solo capítulo de esa cosa (serie o maldición) llamada "Médico de familia"; sólo unos minutos, un día, por azar, más bien unos segundos. Es el caso que fui a dar con un momento en que el tal "actor" intentaba enfadarse, ante la que fingía ser mujer (en este caso parece ser que sí era una actriz). Lo que ví, cómo lo hizo, es indescriptible. No sólo no puedo hablar sobre ello (ver a Emilio Aragón intentando parecer enfadado), sino que estoy convencido de nunca podría volver a verlo. Aquello (ver a Emilio Aragón hacer esas muecas, esos gestos, de los que no puedo acordarme -ni siquiera me atrevo a recordarlos del todo; mi cerebro sólo pasa de puntillas sober tales imágenes- sin estremecerme) fue como un eclipse. Es algo que no se puede contar, ni imaginar. Ni siquiera puede uno imaginarlo después de haberlo visto.

-¡No es así! -gritó entonces Marcial, que así se llama mi compañero de piso.
-No dudo -añadió- de la valía de Emilio Aragón. Es más, la reafirmo. Es más que un digno candidato. Ahora bien, ¿es que acaso nunca has visto actuar, o no has oído al menos hablar, de esa otra ilustre figura, que lleva (o carga con) el nombre de Josema Yuste?

"Josema Yuste", repetí mentalmente. Acudieron a mi pensamiento imágenes fragmentarias, borrosas, pero efectivamente muy ridículas, de este otro "actor". "Josema Yuste" intentando decir frases, una tras otra, que (uno nunca sabía bien por qué) no acababan de acomodarse a sus labios... Ni a los gestos de su rostro... Ni al mundo en general. Siempre parecía haber algo que fallaba. "Es verdad", pensé. "Es una lucha encarnizada".

-Duelo de titanes -corroboró Marcial, como si me hubiera leído el pensamiento; y acto seguido, empuñó el asa de la jarra, y bebió (no sé si estábamos en un bar, o en la calle, o en casa, o en el coche, o en cualquier sitio absurdo; pero el caso es que le recuerdo empuñando una jarra de cerveza).

Yo me quedé en silencio. Pensaba en un capítulo de "La Historia Interminable", el del duelo de los gigantes de los vientos.

No nos hemos atrevido a volver a hablar sobre ello. Hay fantasmas que no deben volver.

Pero ustedes sí que pueden hacerlo. Por favor. Digan algo.

jueves, 22 de marzo de 2007

Cita de Groucho Marx

Decía Groucho Marx que para ser feliz sólo hace falta una pequeña casa, un pequeño coche, un pequeño yate y una pequeña fortuna.

Obsesión

Tengo una discípula o alumna marroquí, que se llama Rajae. Pues bien, debo confesar que a veces, con una tímida sonrisa apenas esbozada en la boca, o más bien disimulada en la medida de lo posible, la llamo mentalmente "Rajoy". Lo confieso: estoy obsesionado. Si alguna vez me sirvo vino, mientras almuerzo, veo el rostro de rajoy afirmando: "¡Viva el vino!". Cuando entro a la panadería y pido una barra, veo de nuevo a nuestro amigo Mariano diciéndome: "Navarra española", y me pregunto si el panadero no me dirá: "Navarra no se vende". Hace poco tuve una ya fracasada relación sentimental, y a mi ya ex compañera la llamaba a veces: "Mariana Rajoy", porque en algunos momentos me resultaba insoportable. Todas esas manifestaciones sabatinas (debemos reconocerlo) tienen algo de fascinante. Y a veces, si me quedo mirando al infinito, y me vacío de pensamientos, con el irregular páramo Torrelagunense trufado de tuberías de agua al fondo, un solo pensamiento emerge, imprevisto, inesperado: "¿Quién ha sido?". Y la cifra 11 y la letra M se hermanan en mi cerebro, cual portada de "El Mundo". Como se lo pregunta Acebes, yo también me lo pregunto: "¿Quién ha sido?". Pero los grandes tubos que llevan el agua de las presas cercanas no responden; ni lo hace la torre de la Iglesia. Y entonces regreso en silencio, a mi casa, mirando al suelo, pensando en cuántos millones de personas dirá la Comunidad que habrá en la próxima manifestación (como cada vez se van superando, no es de extrañar que en las próximas se supere el total de la población española). Y ya en casa, pienso una última vez: "¡Viva el vino!", "¡Viva España!", antes de enfrascarme definitivamente en mis lecturas o rodearme de sintagmas nominales y de adverbios.