
La aparición de Rajoy en el balcón de Génova, unos minutos antes de la medianoche del domingo electoral, resumió lo que han sido sus cuatro años de candidatura y oposición: las interrupciones constantes a su discurso, en cada palabra, en mitad de cada frase, por la muchedumbre a la que era incapaz de imponerse, a la que miraba con una sonrisa indecisa, mientras abajo cantaban: "Zapatero embustero" y él, en lugar de hacer lo que entonces era seguramente lo adecuado o lo correcto (interrumpirles para proseguir y acallar así los insultos a su rival, no muy elegantes), seguía en cambio incomprensiblemente callado, sonriente, titubeando, prefieriendo no abrir la boca porque quizá no sabía muy bien qué iba a decir a continuación o porque no sabía si debía hacerlo, así han sido sus cuatro años, su discurso acallado por las soflamas de (...un montón de nombres, entre los que destaca el de Losantos, que son los que a fuerza de interrupciones han construido su discurso, el propio discurso de Rajoy), no sabemos qué era realmente lo que este hombre pensaba. El día 15 de marzo de 2004, con todos los populares en incipiente depresión, Losantos tomó el mando, y Rajoy se dejó llevar, por ese hombrecillo enérgico, no exento de cierta gracia e incluso carisma para sus seguidores, pero que ni siquiera le trataba con respeto.
Toda esta catástrofe, en el fondo, le gana a Rajoy mis simpatías. Casi me produce ternura este hombre, y no hay ningún tipo de ironía en mis palabras. Y no es sólo eso; hay que añadir:
-Que Rajoy por fin atacó a Aznar, culpándole justísimamente, aunque tarde, de la derrota en 2004 con una puñalada tan pequeñita que parece que nadie se ha percatado ("Usted ganó las elecciones por Irak y por el 11-M", le dijo a Zapatero en el segundo debate; ¿alguien recuerda que, después del 14-M, Aznar dijo que no había sido él quien había perdido las elecciones...? Pues sí, fuiste tú, deja a Rajoy en paz, canalla).
-Que su mujer, es, muy, muy bonita, casi incomprensiblemente bonita. Si llego a ver antes esta foto tan tierna, tal vez me hubiese visto arrastrado a votarles.
¡Rajoy, saca el látigo con los crispadores! (aunque sea paradójico).