martes, 10 de abril de 2007

Ana Blanco


Continuando con Dorian Gray: la verdadera 'Dorian Gray' de nuestros días (por lo menos en el campo de los medios de comunicación) es Ana Blanco: por ella no pasan los años, ni han dejado huella las piadosas mentirijillas que su boca ha proferido en cada una de las diferentes legislaturas que lleva a sus espaldas. Sigue mostrándonos el mismo rostro semi-juvenil (quizá sólo unas leves ojeras), la misma mirada de pura inocencia (nada de lo que dice parece del todo inverosímil); su voz sigue siendo igual de firme. Yo creo que de ella me creería hasta la teoría de la conspiración. "¿Quién ha sido?", podría gritar en medio del insomnio. Dicho por sus labios, incluso sí que me parece que el Real Madrid puede ganar la liga...
Ahora bien: seguro que en el desván de su casa, en un aula polvorienta, de la que sólo ella conserva la llave, hay un televisor permanentemente conectado, que un día mandó subir, envuelto en una especie de mortaja, a un grupo de severos criados; y en el que cada día, a las tres de la tarde, en el telediario de TVE1, aparece el verdadero rostro de la presentadora: avejentado, repugnante, con un brillo de astucia en la mirada y una mueca de hipocresía en los labios agrietados, y con una voz ronca (parecida a la del maestro Sabina) tamizando las nuevas mentirijillas (igual de piadosas que siempre), que se superponen a todas las anteriores: ésa es su alma. Eso es lo que le produce el insomnio, y las leves indisimulables ojeras.
En ocasiones, encontrándose lejos de su casa, quizá de vacaciones (quizá incluso en Marina D´Or; hemos dicho que es una mujer sin alma), ha tenido que volver corriendo, sudorosa, deslabazado entonces imcomprensiblemente su peinado, siempre incorruptible, para comprobar, el corazón en un puño, que la televisión seguía en su sitio en el desván, que no se la había llevado nadie, que su secreto estaba a salvo...
Y lo peor de todo: ¿saben quién le ha regalado esa televisión demoníaca? Quién, sino el lord Henry de nuestros tiempos... ¡Alfredo Urdaci!

(No se engañen: secretamente, por supuesto, estoy enamorado de Ana Blanco)

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