sábado, 23 de agosto de 2008

Por tu culpa, por tu culpa, por tu grandísima etc.

Hace algún tiempo tuve una discusión con un amigo (David). La Iglesia acababa de pedir perdón por no sé qué lejanos crímenes o delitos. Él consideraba que era algo absurdo. Creo recordar que entre sus argumentos estaba el de que no tenía sentido pedir perdón por algo que había sucedido hacía cientos de años, porque ¿a quién se pedía, a los tata-tata-tataranietos de las víctimas?
Es cierto que, puestos a pedir perdón, si se lo exigimos a la Iglesia (y no faltan motivos) también tendríamos que exigírselo a los Estados. Empezando por el español, por ejemplo a los descendientes de los indígenas americanos.
Los Estados Unidos deberían detener toda su actividad durante un año aproximadamente y dedicar este tiempo a pedir perdón de forma ininterrumpida por todos sus crímenes más o menos velados en diversas partes del mundo.
Algo de absurdo tiene. Pero, en el caso de la Iglesia, siendo su leit motiv el famoso lema de “por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa”, unos tíos que llevan siglos promoviendo el sentimiento de culpa o quemando viva a la gente por decir que la Tierra es redonda o similar, esta gentuza, en fin, está bien que pida perdón.
Yo les perdono. No me cuesta nada. Tengo más de lo que parece en común con ellos: yo también estoy obsesionado con el sexo.
Aprovecho para mandar un saludo a Dios desde aquí.

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